sábado, 30 de agosto de 2008

Antofagasta dormida...

Las calles de Antofagasta llenas de gente.


Esta tarde me dediqué a pasear por Antofagasta... fui a tomar fotos al Mercado y a recordar cómo era el centro. Como es tan chico el mundo me encontré con los familiares de un amigo seminarista, el Ariel, a los que había conocido en Pan de Azúcar el verano pasado. Tratando de pasar inadvertido me dedique a observar muchos rostros y lugares de esta gran ciudad que no pisaba hace más de tres años.

la primera vez que llegué a Antofagasta fue a los 17 años para estudiar. Era todo nuevo para mi y la ciudad, inmensamente grande, fue un gran descubrimiento. Esta ciudad -la más grande del Norte de Chile- es muy especial, es como una isla, porque fuera del pavimento, bruscamente, como si se tratara de otro planeta, comienza el desierto árido y estéril. Eso pasa en el Norte Grande... al no haber agua en el desierto, nadie puede vivir sólo o aislado como en el Sur donde uno, si encuentra un hilito de agua -en una majada por ejemplo- puede irse a la punta del cerro. Aquí todos viven pegados, mirándose o evadiendose y de 10 habitantes por kilómetro cuadrado pasado el límite de la ciudad se pasa a cero habitante.

Como para olvidarse de la monotonía del desierto las casas y los edificios tienen colores vivos, hasta chillones, como creando lo que la naturaleza no puede dar y saciando así la sed institiva de las retinas humanas.

Es un mundo aparte, increíblemente vivo, difícil, que se ha construido por muchas personas con esfuerzo y tesón. Así es Antofagasta, con su gente, con sus habitantes venidos del Sur de Chile para trabajar las profundidades de la tierra, por bolivianos que vienen en busca de trabajo y por los desendientes de chinos, croatas, palestinos cuyos abuelos llegaron escapando de las guerras o en inhumanas condiciones.

Antofagasta con sus diarios, radios y sucursales de canales de televisión no parece dormirse en el silencio del desierto y, si antes las calles estaban desiertas como dice la canción, hoy -en el día y en la noche- son recorridas por miles de personas.

Este desierto es hermoso por sus personas, por sus milagros, por su vida. Aquí, cual Arabia para san Pablo, como en el éxodo del pueblo de Israel, Dios me preparó un lugar de encuentro con él en mi vida vocacional sin el cual ahora no sería sacerdote. Al volver a mirarla me he sentido lleno de alegría y de confianza en Dios. Espero poder venir con más frecuencia para encontrarme con muchas personas que no pude saludar.


Boomp3.com


Los jóvenes trabajando en el Mercado.


La "estatua de la libertad" antofagastina


Los edificios antiguos y la gente.


Una galería de libros y revistas usadas.


A la entrada de la catedral.


El reloj de la plaza Colón.


Hacia Coloso en la noche


Desde la caleta Coloso

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